¡Pobre Santiago Creel!… El panista pide diálogo a un presidente que no cede ni en palabra ni en hechos

INGENUIDAD, MASOQUISMO O AMNESIA

Por Rafael Cardona

Posiblemente el peor pecado de un político profesional sea la ingenuidad. Presentarse crédulo, bienintencionado, con pensamientos puros, rectos y equilibradas intenciones, puede ayudar en la construcción de una imagen, pero cuando se trata de relacionarse con el poder, para incitarlo a cambiar sus procedimientos y actitudes de radicalización excluyente, el candor resulta hasta sospechoso.

Hace unos días el diputado de Acción Nacional, Santiago Creel le presentó al presidente una petición por escrito, una carta en la cual le solicita diálogo. 

De por si esta palabra en la mayoría de los casos es sinónimo de ociosa inutilidad, absolutamente viscosa y carente de sentido frente a un hombre cuya conducta se ha basado a lo largo del tiempo en la terquedad inamovible. 

El propio Andrés Manuel López Obrador lo dijo sin ambages el pasado dos de diciembre en su más reciente consagración radical del pensamiento único. Lo dijo en el Zócalo, exultante y orgulloso de su rigidez Al parecer Santiago Creel no lo escuchó. O no lo entendió.

“…Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarse, no zigzaguear.

“Si somos auténticos, si hablamos con la verdad y nos pronunciamos por los pobres y por la justicia, mantendremos identidad. Y ello puede significar simpatía, no sólo de los de abajo, sino también de la gente lúcida y humana de la clase media y alta, y con eso basta para enfrentar a las fuerzas conservadoras, a los reaccionarios…”

La identidad no está sujeta a negociaciones. No requiere diálogo ninguno. 

Dialogar debe tener un propósito y la idea del señor Creel es absolutamente “naive”.

Un diálogo suponen un intercambio de ideas del cual se derive un. cambio de conducta. De un lado o del otro. 

Por eso, en el extremo de la ingenuidad, Santiago Creel dice, le tomamos la palabra al presidente. ¿Cuál palabra si los mandó con un empleado?

Los disidentes, los preocupados por el destino nacional, los inconformes en pos de una postura distinta, querían dialogiar en el Palacio Nacional y los mandaron al Palacio de Covián. ¿Para qué? ¿Para “planchar “ el diálogo, para no resultar ofensivos ni imprudentes cuando el gran señor se digne (si se digna) hablar con ellos.

En el  Palacio Nacional, no hay intenciones –ni necesidad–, de cambio. Así como está todo, el presidente arrasará en las cercanas elecciones (como triunfó en las recientes con creciente poder territorial) y mantendrá una popularidad sostenida del 60 o más por ciento.  Y además, ganará el mañoso referéndum sobre su permanencia y continuidad, hecho para eso, no para revocar.

Pero lo peor en esta actitud es la invocación  del pasado cuando Santiago Creel le ayudó al entonces quejoso del proceso electoral de Tabasco. Si con esas evidencias no lo conoce, si después de esa experiencia no sabe cómo piensa el actual presidente, entonces no lo descifró.

Modificar decisiones del poder es imposible. Ni siquiera los 500 mil muertos del Covid –por ejemplo–, han empujado al presidente a un cambio en su “estrategia” sanitaria. Nada. Eso es impensable.

La intransigencia es la argamasa de su fortaleza (y de su paredón).

Y además,  el cambio, el corrimiento hacia cualquier punto lejano al dogma, es innecesario, porque como él dice, suyos son la verdad y la justicia en la lucha por los pobres. Todo se hace por ellos, para ellos y lo más importante, con ellos.

Más vale tarde que nunca, hs dicho Creel festejando su exitosa iniciativa.  

Tarde o temprano para qué, ¿para recibir abudantes dosis de atole con el dedo?

En el mejor de los casos, un ajuste previamente decidido, será presentado como una concesión a los solicitantes del diálogo.

¡Ay!; diálogo, diálogo, cuántos errores se cometen en tu nombre…

Y una prueba del filo de su espada se les regala AMLO: presentes en su informe del Zócalo dos gobernadores de Acción Nacional fueron reprendido por su dirigencia (si  a eso se le puede llamar dirigencia), para darle el gran argumento al presidente:

–Se enojan porque sus gobernadores vienen al informe y al mismo tiempo piden diálogo.

Touché, maestro.

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