México vive una carnavalesca búsqueda del poder en la cual los aspirantes se ponen cualquier disfraz para agradar al jefe

El señor sin las moscas

Por RAFAEL CARDONA

“El señor de las moscas”, nombre hierático del demonio. Definición de Belcebú y título de esa gran novela de Golding, cuya trama va deshilando los resortes de la formación social y sobre todo la génesis del poder, elemento absolutamente indispensable para la supervivencia social, aun cuando a veces el poder sea una fuerza destructiva o esclavizante.

En México hoy, estamos viendo una carnavalesca búsqueda del poder (una súplica, mejor dicho), en la cual los aspirantes se ponen cualquier disfraz para justificar la única condición para tenerlo consiste en públicamente reconocerlo ajeno y presentarse como su defensor, no como su futuro propietario.

La persecución actual del cargo presidencial, la cima en un sistema presidencialista, convertido ahora, como pocas veces antes, en hiperpresidencialismo. Es decir, quienes sueñan con la sucesión deben como primera condición reconocer la ruta. Antes de pensar en cualquier forma del ejercicio de las facultades presidenciales (la primera es aspirar personalmente a ellas), deben firmar el pacto de obediencia, la carta de austeridad; el pliego de sumisión y el acta de dependencia.

Todo eso.

Sin embargo, en el camino van brotando los pequeños disensos. El desplante berrinchudo de la ex jefa de Gobierno contra Alfonso Durazo; su multitudinaria despedida, su plagio de la “M;” de mujer en lugar de la “M” de machismo (aportación ya lejana de Rosario Robles), son muestras de una originalidad poco valiosa.

Lo mismo le sucede al tabasqueño López (el otro), quien se rehúsa a recibir las migajitas propuestas por Ebrard y ofrecidas por Delgado a quien cuando no le llueve le llovizna (es muy torpe) y ni siquiera acude a registrarse mientras el señor presidente se demora en la designación de un nuevo secretario de Gobernación.

A.A. prefiere enviar un mandadero (Leonel Godoy), de la misma forma como Godoy había puesto de contrabandista Alejandro Encinas quien metió a su narco medio hermano a San Lázaro para evitarle la prisión con el fuero de diputado del PRD. Hoy Encinas calienta la silla de Bucareli.

Tienen un impecable comportamiento de “cosa nostra”.

Pero de regreso a Goldin. Su novela es una radiografía social. Una forma de cómo se incuba el poder. Recordemos un poco, sobre todo ahora cuando no tenemos en el Palacio a un señor de las moscas, Sino a un señor sin moscas.

Estos son mosquitos.

– Vamos a votar.

– ¡Sí!

– ¡A votar por un jefe!

– ¡Vamos a votar!…

“Votar era para ellos un juguete casi tan divertido como la caracola. Jack empezó a protestar, pero el alboroto cesó de reflejar el deseo general de encontrar un jefe para convertirse en la elección por aclamación del propio Ralph.

“Ninguno de los chicos podría haber dado una buena razón para aquello; hasta el momento, todas las muestras de inteligencia habían procedido de Piggy, y el que mostraba condiciones más evidentes de jefe era Jack.

“Pero tenía Ralph, allí sentado, tal aire de serenidad, que lo hacía resaltar entre todos; era su estatura y su atractivo; mas de manera inexplicable, pero con enorme fuerza, había influido también la caracola”.

“El ser que hizo sonar aquello, que los aguardó sentado en la plataforma con tan delicado objeto en sus rodillas, era algo fuera de lo corriente.

– El del caracol.

– ¡Ralph! ¡Ralph!

– Que sea jefe ese de la trompeta.

“Ralph alzó una mano para callarles.

– Bueno, ¿quién quiere que Jack sea jefe?

“Todos los del coro, con obediencia inerme, alzaron las manos.

– ¿Quién me vota a mí?

“Todas las manos restantes, excepto la de Piggy, se elevaron inmediatamente. Después también Piggy, aunque a regañadientes, hizo lo mismo.

Ralph las contó.

– Entonces, soy el jefe.

“El círculo de muchachos rompió en aplausos. Aplaudieron incluso los del coro. Las pecas del rostro de Jack desaparecieron bajo el sonrojo de la humillación. Decidió levantarse, después cambió de idea y se volvió a sentar mientras el aire seguía tronando.  Ralph lo miró y con el vivo deseo de ofrecerle algo…”

“Obediencia inerme…” GRAN FRASE.

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