La tecnología cambiará el arte, pero no el gusto máximo de la actuación: tener al público cara a cara, decía López Tarso

Por ALBERTO CARBOT

Se fue el último de los grandes de los escenarios mexicanos; las bellas Dolores del Río, María Félix, Elsa Aguirre y Amparo Rivelles sus mejores coprotagonistas. Quería llegar a centenario 

Hace apenas 2 años, el pasado15 de enero del 2021, previo al festejo por su 96 años, tuve la oportunidad de entrevistar al primer actor Ignacio López Tarso, quien falleció este sábado, a causa de un proceso respiratorio, como lo dio a conocer su hijo Juan Ignacio Aranda.  

El histrión, –quizá el último baluarte de los escenarios del país–, había sido hospitalizado en días pasados luego de enfrentar un cuadro de neumonía que se complicó con algunos otros padecimientos que se presentaron de manera oportunista y agravaron la salud del reconocido actor.  Con Juan Ignacio, quien inicialmente se mostraba optimista en cuanto a la evolución de la salud de su padre, habíamos hecho planes de reunirnos con él. 

Culminaríamos el viejo anhelo de que el fotógrafo Antonio Caballero le hiciera una fotografía degustando una pierna de pavo, al igual que lo hizo en su papel de Macario, en la película del mismo nombre, basada en el guion de un cuento de B. Traven –lanzada en 1960 y dirigida por Roberto Gavaldón–, y protagonizada por Ignacio López Tarso en el papel principal. La película fue muy aclamada por la crítica y ganó el premio al Mejor Largometraje en el Festival de Cine de Cannes en 1960 y también fue la el filme mexicano nominado para el premio a la Mejor Película Extranjera en los Premios de la Academia de Hollywood.

Esta es la charla que mantuvimos previo a su 96 aniversario:

El legendario actor Ignacio López Tarso festejará hoy su 96 aniversario, en petit comité. A diferencia de sus cumpleaños anteriores —cuando su casa ubicada en el sur de la ciudad, era el centro de reunión de casi medio centenar de invitados—, esta vez la gran figura de los escenarios mexicanos recibirá la salutación de quizá no más de diez o doce personas.

—A mis 96 años me siento muy bien. Siempre digo que lo más importante es tener salud y la tengo. En verdad, a mi edad estoy bien, aunque a veces necesite usar oxígeno, tomar algunas medicinas y de vez en cuando, escuchar el consejo de algún médico. Pero en general, todo está bien —me dice. Y agrega:

“La pasaré, como es habitual, aquí en casa y en familia, pero realmente esta ocasión sólo con los más cercanos, porque cuando junto a la familia, los cercanos vienen de Puebla o Querétaro, y a veces nos reunimos más de cincuenta personas. Hoy seremos apenas unas diez o doce, entre ellos mis tres hijos: Susana, Gabriela y Juan Ignacio —los cuales procreó con su esposa Clara Aranda, quien falleció en el 2000—; cuatro nietos y los bisnietos que también viven aquí cerquita. Y claro, habrá pastel”.

Está consciente que, a causa de la pandemia, sus encuentros familiares y profesionales se han restringido y por ello exclama con hastío: 

“Ya qué remedio. Esto nos vino a cambiar la vida, pero hay que seguir viviendo lo mejor posible, a pesar de la pandemia”.

Sin embargo, López Tarso, durante estos meses transcurridos, ha descubierto una nueva veta que no había explorado antes, al realizar sus presentaciones a través de las redes digitales. 

“Hemos utilizado la tecnología y las posibilidades del Internet para presentar algunas obras, pero lo que no hemos podido hacer es el teatro que realmente a mí me llena y más me estimula: aquel que se realiza de cara al público. Eso me tiene muy fastidiado, muy enojado, pero no hay más remedio. Hay que aguantar lo que sea”, indica.

Le comento que tal vez el proceso de vacunación le permita retomar su carrera a mediados o finales de año, para mantener su vínculo directo con el público. Pero no es tan optimista. Su escepticismo lo lleva a comentar que “la pandemia lleva casi un año y el proceso de vacunación es lentísimo. Quién sabe cuánto se tarde en vacunar a la población y cuánto todavía para que la pandemia desaparezca”.

—Por razones de edad, los adultos mayores y en especial los más de 80 años, serán los primeros, luego de que se termine de vacunar al personal de salud que atiende a los enfermos. Incluso se ha dicho que en determinado casos, algunas brigadas irán de casa en casa —le informo.

—Pues entonces que me manden una chica guapa que venga a vacunarme lo más pronto posible —exclama. Su risa detona espontánea.

 * * * * * * * *

—Usted apenas acaba de incursionar en las redes. Ya abrió su cuenta en Facebook y he sabido del gran éxito que tanto usted como su hijo Juan Ignacio lograron el año pasado a través de las plataformas de videollamadas y reuniones virtuales como  Zoom.

—De hecho, puedo decir que quizá innovamos a nivel mundial al presentar varias obras de teatro por este medio y sin saberlo, estuvimos en muchos países. Por lo menos, yo no sabía que tenía tal alcance esta maravilla, este camino virtual. Recibimos comentarios entusiastas desde Italia, España, Estados Unidos, Inglaterra, Perú, Puerto Rico, Cuba y muchos otros países.

“Juan Ignacio, en su celular, registró una colección de muy buenos comentarios sobre las obras presentadas a través del teatro en línea; escribieron que estaban estupendamente bien hechas. Nos comentaron que algunas los habían hecho llorar o les habían divertido mucho. Claro, de México tuvimos muchísimos comentarios. Se llegaron a vender hasta mil boletos en la red y cada uno le permitía, incluso a toda una familia, ver una presentación vía streaming, mientras por razones de horario disfrutaban de una comida o una buena cena con vino en su casa. 

“Creo que hemos descubierto un camino maravilloso, mientras no se pueda tener el contacto directo del público, presente en una sala.

“Por ejemplo, Juan Ignacio y yo presentamos Leonardo y su máquina de volar, una obra de Humberto Robles, que versa sobre una anécdota muy bella de Leonardo Da Vinci y su secretario, su alumno Francesco, un muchacho de la nobleza italiana que aprende mucho con él. Y cuando surge la posibilidad de materializar un aparato que él ha soñado toda su vida, entonces es el muchacho quien lo salva del problema, porque Leonardo ya no puede asistir a la prueba final. 

“En realidad fueron lecturas dramatizadas, aunque no se trató de simples lecturas. Eso es lo que yo traté de hacerle entender a la gente, porque aunque nosotros estamos sentados, sin maquillaje, sin ningún vestuario especial o alguna caracterización física exterior, apenas con algunos movimientos —a pesar de eso—, los personajes se interpretan desde el punto de vista del actor, quien toma la caracterización interior, que es sin duda la más importante.

“Cuando el actor tiene ya de su parte esa caracterización, cuando ha estudiado el personaje lo suficiente como para saber cómo piensa, cómo siente y cuál es su postura intelectual, su postura emotiva, cuando proyecta verdad y honestidad, entonces resulta una caracterización tan válida como la de un escenario. Y aunque estemos solamente leyendo, la caracterización interior saca al personaje adelante.  

“Así, con ese mismo sistema, hicimos una caracterización de El Quijote, que se llama El de la triste figura, una adaptación para dos voces de hombre y una mujer a cargo de Gabriela Pérez Negrete, una actriz muy buena, que hoy es la actual directora de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) de Bellas Artes, que es donde yo estudié hace 72 años, en 1949. Estuvimos acompañados por la guitarra del maestro Guillermo G. Phillips, un concertista muy valioso, estudioso, serio y muy responsable. Eso nos llevó también a presentar Macario, en lectura de atril, sentados en la mesa del comedor de mi casa, con motivo del Día de muertos.

“También —dice López Tarso—, Juan Ignacio y yo tenemos un texto del maestro Vicente Quirarte, quien es miembro de la Academia de la Lengua y tiene un gran prestigio en el mundo de las letras.  Se trata de Herman Melville en Mazatlán,  inspirada en el novelista, escritor y ensayista estadounidense, autor de Moby Dick.

“Herman Melville estuvo en Mazatlán, porque alguien le platicó que allí se hallaba una ballena anclada sobre la bahía. Eso parte de la historia real, pero la ballena que se ve desde la ventana del hotel donde él estuvo, es una enorme roca que con la luz del amanecer da la apariencia de ser una ballena blanca. Y entonces por eso vino él a Mazatlán y ahí está una placa en el hotel donde estuvo, que aún mantiene la habitación donde durmió y la ventana donde se asomó a ver la supuesta ballena. Claro, estuvo también en una cantina donde se tomó unos buenos tragos y al amanecer creyó ver a Moby Dick, ahí frente a su hotel” —menciona sonriente.

***************

Ignacio López López  —su verdadero nombre, que transformó luego en López Tarso, a sugerencia de su maestro Xavier Villaurrutia, quien lo conminó a ingresar a la academia de teatro y ante quien adoptó el segundo apellido en honor del apóstol español Pablo de Tarso—, nació en la Ciudad de México e inició su contacto con los escenarios “desde muy chiquillo, muy niño”, como él mismo relata. Sus padres fueron Ignacia López Herrera y Alfonso López Bermúdez.

Menciona que la lectura le hizo ejercitar su imaginación y apego permanente al arte histriónico en general. En realidad, tiene muy presente la primera vez que asistió a un teatro y de pronto quedó maravillado y absorto. Relata:

—La primera vez que estuve en un teatro me perdí, me olvidé de quién era y con quién estaba y solo me centré en aquello. Bajó el telón y la gente aplaudió y yo también. Ya después volví a la realidad y quedé muy impresionado. Pasé hora y media sentado y perdí conciencia total de lo que pasaba en mi alrededor, sólo hasta cuando se prendió la luz me di cuenta que estaba entre mi papá y mi mamá en una banca de madera, porque estábamos una carpa en el barrio Analco, de Guadalajara, donde yo vivía entonces, cuando tenía 9 o 10 años”, evoca.

Como ya le es habitual en estos meses de pandemia —a través de una videocámara o mediante su teléfono celular, acomodado sobre una silla de tijera de director de cine que forma parte del mobiliario de su estancia repleta de libros, diplomas, figurillas de El Quijote, varias fotografías y los dos Arieles obtenidos en 1973 y 2007, el primero  por su trabajo en la película La rosa blanca, y el segundo, un Ariel de Oro por su trayectoria en la industria cinematográfica—, López Tarso enfatiza sus comentarios con efusivos ademanes.

Después de haber interpretado personajes tan variados y memorables en el cine, como el indígena mexicano en Macario, o el desempleado urbano en El hombre de papel, menciona que no hay un personaje en particular que le gustara interpretar, sino “uno que diga cosas interesantes, que se comunique con el público y tenga algo de provecho al hacerlo, porque el actor no es un narrador de historias para divertir, sino que tiene que ser alguien que coopere, para que la gente también piense en algo interesante y saque un provecho mutuo de esa representación.

“De todo lo que hago como actor, me gusta más el teatro. En realidad yo me hice actor para estar en el teatro, porque éste tiene una continuidad que a los verdaderos actores les funciona muy bien. La televisión y el cine se hace a cachitos, en pedacitos, escenitas, luego unen cortan, editan, y en fin…  En cambio, el teatro es una continuidad perfecta: cuando se abre el telón, ahí estás solo con tu personaje y haces lo que tienes que hacer y lo disfrutas mucho más, porque va esa línea dramática de principio a fin y cuentas la historia de una manera muy congruente, lógica, y porque la preparación es diferente. Además en ningún lugar se prepara un personaje tan bien como en teatro, porque el cine no da tiempo y la televisión menos, ya que en este último caso se tienen que preparar las cosas con gran rapidez.

**********

—Quiero decirle que recientemente tuve oportunidad de platicar con Elsa Aguirre, con quien usted filmó Vainilla, bronce y morir en 1957 —le comento.

—A Elsa yo la quiero mucho —irrumpe López Tarso—. ¿No le platicó ella de que tenemos todavía la esperanza de hacer una película juntos?

—No, pero le pregunté si en verdad ustedes habían sostenido un noviazgo, y me dijo que sí.

—Claro que sí; debió haber sido por el año 56 o 58, no recuerdo muy bien. Ella estaba soltera y preciosa. Fue una novia hermosísima, de gran sensualidad y riqueza 

Comentarios

Tags

Noticias recientes

El neoliberalismo regresa por presión de inversionistas

El próximo gobierno abrazará el neoliberalismo, esa doctrina económica satanizada por la 4t

¿Quién es ese(a) que habla ahí?

Todos los presidentes prometen lo mismo y Rafael Cardona nos reproduce discursos que pudo decir cualquiera de ellos