La mercadotecnia revolucionaria se ceba en los normalistas de Ayotzinapa y con la detención del ex procurador Murillo Karam

Los leones del Coliseo tienen hambre

Por RAFAEL CARDONA

Mientras muchas ciudades de la República mexicana literalmente se incendian por la mano criminal cuya acción terrorífica la estrategia fraterna, solidaria y comprensiva del gobierno no ha logrado frenar, la “Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa”, ha saciado el hambre de los leones del Coliseo.

Como parte de la truculencia, se hace oficial el “Caso Ayotzinapa”, cuando en esa localidad guerrerense no ocurrió absolutamente nada. Está a muchos kilómetros del lugar de los hechos. Un grupo de jóvenes estudiantes, activistas forzados, secuestradores de autobuses, fue asesinado en Iguala. Pero la sonoridad evocativa de la palabra Ayotzinapa (como en su tiempo Tlatelolco), favorece la mercadotecnia revolucionaria.

Y esa fórmula, en un país de frases de feliz hallazgo, como fraude patriótico, caída del sistema, arriba y adelante; primero los pobres, etc., etc., describió y calificó y condenó  los hechos, antes de cualquier investigación, como un crimen de Estado.

Fue el Estado, gritaban los manifestantes en las calles mientras vociferaban, “vivos se los llevaron; vivos los queremos” y pasaban lista con ojos rasados de lágrimas. Hoy ya no pueden gritar por los vivos arrancados de sus vidas. Todos están muertos, como se sabía desde el principio cuando los narcotraficantes perdieron un alijo enorme de heroína con destino a Estados Unidos, en uno de los camiones secuestrados sin conocer su cargamento. 

Pero si no hay búsqueda no hay mercadotecnia ni mercado.

Entonces fue necesario desplazar a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, cuyo pormenorizado trabajo de cuatro años permitió una investigación muy precisa en la cual se rectificaron treinta de puntos del trabajo inicial de la PGR, para patentar una verdad coincidente con el diagnóstico ideológico.

La investigación de Alejandro Encina y su equipo no prueba; ratifica, y su única utilidad es darle (involuntariamente), fin a la cantaleta de buscar vivos a los muertos. Es lo único.

Todo lo demás es acomodar las piezas para satisfacer un diagnóstico ideológico e ideologizado, concurrente con algunas de las frases presidenciales de la interminable campaña. El rechazo de estos resultados por parte de los abogados de los padres de los muertos, manipulados y beneficiados económicamente, por otra parte, es una evidencia de cómo el trabajo de la Comisión de la Verdad no satisface ni a los directamente beneficiados con sus conclusiones.

Hoy; a pesar de los absurdos acumulados, el nuevo sistema ha encontrado un responsable: el procurador Murillo Karam cuyo único pecado fue pronunciar un par de frases, en el país de las frases. “Ya me cansé” (de tantas preguntas repetidas, tras 36 horas de vigilia) y “esta es la verdad histórica”.

¿Cuál era la verdad repudiada? La muerte de todos los estudiantes.

Y ellos, tras años y años de dar vueltas en redondo y de alimentar la hoguera de la insatisfacción interesada para destruir los pasos anteriores, llegaron a la misma conclusión y repintaron el muro de sus lamentos.

No se investigó para conocer los hechos. Se describieron los hechos y se hizo una investigación tendenciosa, para comprobarlos a como diera lugar. Y en esas condiciones estamos hoy.

Pasado a pasado la actitud hoy oficial, ha sido absurda. Por ejemplo: mientras clamaban por la presentación con vida de los estudiantes, urgían del gobierno la contratación de los Forenses Argentinos.

–¿Para qué querían forenses si buscaban personas vivas? Y el gobierno los atendió, les consintió el capricho y les pagó (no poco) a los argentinos. Nunca llegaron a los resultados distintos de los ya conocidos desde la investigación inicial.

Y como esas muchas otras cosas. Hasta Emilio Álvarez Icaza, promotor desde la OEA de los “expertos interdisciplinarios” de la CIDH; ha dicho:

“La detención de Jesús Murillo Karam muestra el interés del @GobiernoMX de proceder contra responsables de la investigación, pero no contra quienes decidieron la desaparición de los 43.

“Si es un crimen de Estado, ¿quién o quiénes lo ordenaron y por qué no se les señala?”

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