CIUDAD DE MÉXICO.- Era un día placentero.
De cima.
Si ganaban en su casa a Bravos de Ciudad Juárez, los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) serían líderes de la tabla general.
Pero fallaron.
No contaban con su desinterés profesional, su desorganización grupal y la presencia de un silbante, Oscar Macías, sin criterio ni capacidad para el futbol profesional.
La gran oportunidad se les dio al minuto 6, cuando el mediocampista Eryc Castillo le puso una plancha a Jesús Rivas y le fue mostrado el tarjetón de despedida.
Más adelante hubo un penal que anotó Carlos González, ventaja que le daba holgura a los universitarios para encaminarse a la primera posición de este extraño torneo.
En el segundo tiempo los Pumas mostraron la peor cara de los últimos tiempos, faltos de ambición, de juego de conjunto, de capacidad para superar a un rival mermado.
Con semejante displicencia y ante nueve contrarios enjundiosos, era esperar cualquier oportunidad de los fronterizos para verse alcanzados en el marcador.
Sucedió al minuto 64: un golazo del uruguayo Maxi Olvera al ángulo izquierdo de Alfredo Talavera, imposible para cualquier portero.
Todo lo demás fue sobrellevar el partido, con los capitalinos en vanos intentos y los visitantes en una defensa efectiva porque los ataques contrarios eran rudimentarios.
Aun así, en tiempo de compensación hubo una jugada extraña: avanzaba Pumas, se puso frente al portero, pero el árbitro marcó un penal visible sólo para él.
Revisó en el VAR y se echó para atrás.
Así privó a Pumas del triunfo y del liderato general.
Un ridículo de Oscar Macías, quien no está ni para futbol llanero, menos para una Liga MX que en lo publicitario aspira a colocarse en el ánimo de la población.
