¿Por qué acusar a España?… Primero comprobar el atraco y luego castigar a los atracadores

¿Quién es el responsable?

Por RAFAEL CARDONA

¿Quién es responsable del comportamiento abusivo de las empresas españolas en México? La respuesta es tan simple como la pregunta.

Las empresas y sus reguladores locales.

Nadie duda de la corrupción empresarial, pero tratar de solucionarla mediante el congelamiento o la incomprensible “pausa” de las relaciones entre dos Estados, y prologarla hasta el fin de la administración (tres años), es –como dijo García Márquez— confundir el culo con las témporas.

La acusación del presidente López Obrador contra una nación con motivo o pretexto de la corrupción de las empresas españolas, no solo es un insulto al país al cual se le ha querido trasladar esa conducta, sino también a México, porque nos coloca a todos, en la lengua presidencial, como los sumisos –aborígenes ágrafos del siglo XVI, emplumados y comedores de corazones, incapaces de conocer los valores del oro y los espejitos a cambio de la riqueza.

–¿Les han robado a los mexicanos con la complicidad de sus gobiernos?

–¿Y también por Iberdrola debe el reino español de hoy pedir perdón y ofrecer disculpas por la conquista colonial del siglo XVI?

Es tan absurdo como decir, la corrupción fue traída a América –como la viruela–, por los conquistadores en contra de los angelicales “pobladores originales” quienes rebosaban bondad.

Pues primero se debería comprobar el atraco y después, castigar a quienes lo cometieron. Para eso existen las leyes.

Las dimensiones del absurdo son tan grandes como si se quisieran “pausar” las relaciones diplomáticas con Brasil porque Oderbrecht sobornó a algunos funcionarios del pasado (y quien sabe si del presente). Si ese traslado de responsabilidades fuera posible, Brasil se quedaría solitario en América Latina.

En lugar de eso se trasladan asuntos de posible y no comprobada ilegalidad administrativa (para eso están la Sefupu y otras instancias públicas) a la conducta de un Estado.

Esto, a la luz de cualquier análisis es absolutamente inadmisible si quien lo dice tiene herramientas judiciales para denunciar y castigar.

Pero esta actitud se mezcla con otros rencores irremediables e interminables. La embestida contra Iberdrola no queda ajena a la rivalidad y el ajuste de cuentas hacia Felipe Calderón. Estas son las palabras presidenciales por cuya rendija podemos advertir el fondo de su inquina:

“Pues sí, porque llevaron a la práctica una política caracterizada por el influyentísimo al grado de que la Secretaría de Energía o, mejor dicho, la secretaria de Energía pasó a ser directiva de esta empresa y el presidente Calderón, el que desapareció la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y despidió a más de 40 mil trabajadores, terminó su mandato y fue a trabajar a Iberdrola, al Consejo de Administración, y desde luego pues esto significó que Iberdrola se convirtiera en una especie de monopolio (¿?) en México y recibir un trato privilegiado…

“…Ayer hablábamos también de Repsol. Sólo el análisis de cuánto se llevaron los de Repsol de México en el gobierno de Calderón, sólo de cuánto dinero del presupuesto público obtuvieron y se llevaron de México, ayudaría a comprender que fue un abuso.

“O de OHL, que era la empresa favorita en el sexenio pasado, también española (y no se habla de las contratistas del Tren Maya).

“Todo el influyentísmo en el manejo del turismo, hasta lo más alto del poder, de España y de México.

“Entonces, lo que dije ayer es: Vamos, por el bien de nuestros pueblos, a tener una pausa. No hablé de ruptura. No. Dije: Vamos a serenar la relación, que ya no se esté pensando de que se va a saquear a México impunemente, ya eso pasó. Es una falta de respeto, deberían de ofrecer hasta disculpas; no lo han hecho, no importa, pero vamos a entrar a una etapa nueva, despacio”.

Los argumentos mezclados hacen incomprensible e inadmisible la conclusión de la mixtura. Sólo debe serenarse quien está alterado.

Cada cosa tiene su lugar, eso en el lenguaje de la diplomacia, se llama “compartimentalización” de los temas. Poner cada cosa en el compartimiento correspondiente, pero aquí se confunden compartimiento y comportamiento.

Leamos la reiteración de un error:

“…Y repito, no es ruptura, es nada más decir: ha pasado esto y el pueblo de México debe saberlo y el pueblo de España, porque no es fobia o xenofobia, es que tenemos que respetarnos; y lo mismo en el manejo político.

“Nada más recuerdo que ahora se rasgan las vestiduras por lo que dije y el que era el presidente del consejo de Bancomer, que pertenece ahora a empresarios españoles, que era presidente en la campaña pasada, se pronunció en contra mía diciendo que yo era un populista… (¿Y no?)  Pues ¿cómo se sentían? Los dueños del país”.

En estas palabras no se advierte una política de Estado, sino un estado de ánimo alimentado, por la revancha, por el rencor.

“…Vámonos despacio, porque a veces tarda en que se entienda de que ya son otras condiciones. Como llevó bastante tiempo el saqueo, todo lo que fue el periodo neoliberal, 36 años, pues no alcanzan a internalizar de que esto ya es distinto, entonces hay que estarles avisando… Ya no es el tiempo en que venían y no hacían ningún trámite, se les ponían los funcionarios públicos de tapete, ya no es así, ya no se acepta la corrupción…”

Además de la extraña sustitución de la palabra comprender por “internalizar” (aunque estemos peleados con España, dominemos siquiera el idioma para no parecer Anita Vilchis), el presidente persiste en la confusión fundamental: las empresas y sus tapetes locales, no son asunto del Estado ni de la Corona ni del gobierno de España.

Son responsabilidades incumplidas de los mexicanos corruptos y los empresarios corruptores.

¡Pues vaya a por ellos…!

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