Natalia Lafourcade se une a Silvia Pérez Cruz en el álbum Toda la vida, una obra en cinco movimientos

CIUDAD DE MÉXICO- Todo empezó en el confinamiento.

En la soledad que se extendió por el planeta en la pandemia surgió en Silvia Pérez Cruz la necesidad de recrear la vida entera en un solo álbum. Se llama Toda la vida, un día, una obra en cinco movimientos que reflexiona sobre las etapas de la existencia.

Es su séptimo trabajo en solitario y se acaba de estrenar junto con el video de Mi última canción triste, en colaboración con Natalia Lafourcade. El sencillo del álbum es una aproximación al bolero que Silvia creó pensando precisamente en Lafourcade, con la que convivió durante tres días, porque “pasamos unos momentos increíbles en su estudio en Coatepec, México, casi en la Noche de los Muertos”.

La letra está formada por dos décimas, un tipo de estrofa de diez versos que solo existe en español y que la artista catalana conoció de boca de Jorge Drexler: “Después de oírle hablar tanto de ellas me animé a componerlas”. Son 21 canciones, 69 minutos, 90 músicos… Todo es grande en el álbum y todo se reduce al mismo tiempo a ese círculo que es la vida desde su mirada.

“Cada uno de los cinco movimientos representa una etapa: infancia, juventud, madurez, vejez y el renacimiento, porque quiero que sea circular, por eso la portada es un círculo y por eso me gustaba terminar con una nana”, explica la cantante y compositora catalana, para Sony Music. Toda la vida, un día es una reflexión sobre la vida y la muerte, pero la muerte como un paso de transformación.

Cada movimiento tiene una sonoridad distinta: en instrumentos, en los arreglos, en la producción… El primero –Infancia– es más luminoso, más amable. El segundo –Juventud– es más experimental, con sintetizadores y autotune.

En el tercero –Madurez– se presenta con dúos, “para representar ese momento de intimidad en el que cada uno elige lo que quiere”. Vejez es más clásico, con más peso del sonido y de las cuerdas, y Renacimiento es el más rítmico y alegre de todos los movimientos, basado principalmente en percusión y la voz.

Aparece también a lo largo del álbum un coro de 30 voces amigas, que simbolizan esa especie de soledad colectiva que se propagó durante la pandemia. “La composición es un acto de soledad y, durante el confinamiento, lo fue más. Quería representar esa suma de soledades, todo lo que compartimos.

Ese coro seríamos todos”. Las ilustraciones de Borja Cámara plasman esas diferentes etapas de la vida: “es como un cuento, ordenado con colores, para que el viaje quedara más claro”. Es además un álbum extremadamente personal, con composición, arreglo y producción propios, en el que sintió esa especie de regeneración que describe al crear letras y armonías.

Nacido en el confinamiento, sí, pero modelado y grabado durante un año por distintas ciudades, de Barcelona a Buenos Aires, pasando por Ciudad de México y La Habana.

En Toda la vida, un día, Silvia Pérez Cruz viaja de lo acústico a lo clásico; hay vientos, toca el saxo, busca nuevas y más rugosas sonoridades… Aparecen también la intimidad del dúo de la guitarra de siempre e invitados de lujo: Juan Quintero, Natalia Lafourcade, Liliana Herrero, Carmen Linares, Pepe Habichuela, Salvador Sobral, voces infantiles…

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