Cuando un político dice ‘lo mío no es la venganza’, apueste a la verdad: va contra sus enemigos y adversarios

El periodismo y la verdad

Por RAFAEL CARDONA

Quizás el periodismo enseñe muchas cosas a lo largo de la vida. Pero hay una sobre todas: percibir a un mentiroso.

–Cuando un político dice en el umbral de un proceso electoral para el cual se ha preparado con ahínco, “…a mi denme por muerto..”, uno ya lo ve en la papeleta electoral.

Lo mismo si ese político o cualquier otro comienza una explicación en la cual aparecen sus divergentes o sus adversarios y les dice, con todo respeto. Ya puede uno preparar la trompa de Eustaquio para escuchar una retahíla de insultos, descalificaciones, amenazas, improperios, dicterios, ataques y demás.

También se detecta fácilmente la mentira cuando se nos dice: no soy un ambicioso vulgar; lucho por principios, no por cargos y le dedica 30 años de su vida a buscar el gran cargo. El gran engaño.

Otra de las mentiras recurrentes en los políticos en el poder es la humilde confesión de generosa magnanimidad: lo mío no es la venganza, mientras poco a poco uno mira cómo sus opositores, adversarios o enemigos de antaño y hogaño, van cayendo en la desgracia o en la cárcel.

Todos somos condes en algún momento. Solo queda recordar a Dumas:

“…El sudor cubría su rostro. La angustia oprimía su corazón. ‐¡No! ‐murmuró‐, ¡no!, la duda que he experimentado era un principio de olvido, pero el corazón se abre de nuevo, y vuelve a estar sediento de venganza… Llegado a la cima de su venganza por la pendiente lenta y tortuosa que había seguido, se encontraba al otro lado de la montaña con el abismo de la duda…”

¡Ah!, la venganza, manjar divino cuya preparación requiere frío en la cabeza y profundidad en el recuerdo:

“…dejadme la memoria”, clamaba desesperado en If, el Conde de Montecristo antes de hallarse con la fortuna más grande del mundo y caminar implacable por los senderos de la revancha.

La diferencia entre los poderosos y los huérfanos de poder es muy simple. El hombre común practica personalmente sus venganzas por supervivencia o desquite por las ofensas recibidas. El matarife cornudo le mete una lengua de vaca o un filetero a su rival en amores y se acabó la discusión, si alguna vez había empezado.

El hombre de poder, en cambio, mueve a su favor los engranes de la justicia y cuando hunde a su enemigo o enemiga en la cárcel, sonríe satisfecho por la buena obra y dice: no es venganza; es justicia.

Hoy la maquinaria vengativa llega hasta Argentina, Carlos Ahumada, propietario de los videos escandalosos con cuya exhibición pública se probó la inmutable calidad moral de toda una corriente política hoy conocida como Morena, ha sido amagado con un proceso de extradición.

Es lógico, el presidente títere de Argentina; el lerdo señor Fernández, es íntimo del presidente de México.

Ahumada, quien tuvo como pareja sentimental (perdón por usar esta frase tan mamila), a Rosario Robles, cuya suerte es de todos conocida, y quien tenía como abogado a Juan Collado, compañero de infortunio de la primera jefa de Gobierno de esta ciudad, ha sacado las uñas y esgrime su arma defensiva: tengo más videos, muchos, de muchas figuras morenas, así pues, (como dicen las letras viejas de Castilla); “tate, tate, folloncico…”

Pues podrá tener muchos pero de quien seguramente no tiene ninguno, es de “Los hermanos coraje”, (Pîo y Martín). Ellos trabajan para otra casa productora llamada “Videos Impunidad”. S.A.”

Mientras tanto Ricardo Monreal acude a Pacho Viejo a saludar a su colaborador encarcelado, Del Río Virgen.

En la cama y en la cárcel…

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