Veto y voz presidencial

Hace un par de días en Foro TV,en el programa Estrictamente personal en el cual participo desde hace varios años con Raymundo Riva Palacio, sostuvimos una breve discusión en torno del derecho presidencial de opinar políticamente a favor de su partido. 

Riva Palacio considera absurda la prohibición cuya letra limita la palabra presidencial. Yo opino lo contrario, porque el peso específico de su autoridad política y ejecutiva, desnivela la equidad y desarrolla la autopromoción desde el gobierno. 

Esa equidad, tanto como la legalidad, la certeza, la transparencia, son requisitos justos, no violaciones a la libertad.  

En esas condiciones debo confesar mi absoluto acuerdo con la excitativa del Instituto Nacional Electoral en este sentido.

También me parece exagerado el recurso jurídico de impugnar una llamada de atención, con la finalidad única de insistir en la victimización. 

Al menos así lo plantean los seguidores del Señor Presidente. Uno de sus más activos acólitos, Enrique Galván Ochoa, ha titulado así su interpretación de los hechos en la columna “Dinero” de La jornada:

“Quieren callarlo

“El PRD y el PAN movieron a la Comisión de Quejas y Denuncias del INE para que prohibiera al presidente López Obrador que haga comentarios en relación con las elecciones de 2021. “Yo creo que tengo el derecho de expresarme, es el derecho de manifestación; más, cuando se trata de ir en contra del proyecto que represento, inclusive, en contra de mi persona”. La Consejería Jurídica de la Presidencia, a cargo de Julio Scherer Ibarra, recurrió al tribunalelectoral federal para que resuelva este nuevo caso de exceso de funciones del instituto”.

Exceso de funciones, se le llama a la reconvención impugnada. El Tribunal Electoral, lo sabemos, fallará a favor del Señor Presidente como es  su obsecuente costumbre. 

Pero si el tribunal emplearía en la solución del caso un criterio jurídico, mejor veamos el ángulo político. El peso de la palabra presidencial  por desgastada como este por las frecuentes mentiras y falsedades, estimula una cierta obediencia. Los seguidores del Señor Presidente, unos más; ortos menos, actúan casi de manera “pavloviana”.

Y la cotidiana queja de cómo se le critica , limita alevosamente desde los medios neoliberales y el periodismo fifí, lo erige en una víctima del acoso a la libertad de expresión, esa tan insignificante cuando se asesina a periodistas sin investigaciones posteriores eficientes. Esa es la libertad amenazada; no la limitante a la indebida propaganda electoral desde el Palacio.

Pero las cosas son igualmente diferentes. 

Los partidos políticos se quejan porque la propaganda presidencial desnivela el piso, de la misma forma como el, entonces candidato López Obrador estallaba contra Vicente Fox a quien le reclamaba sus palabras insistentes en contra del Partido de la Revolución Democrática y su campaña. 

En ese tiempo Luis Carlos Ugalde, cobardón como es, se rehusaba al deber: denuncia públicamente el discurso de Fox como una indebida intromisión en el proceso, le decían. 

Luego vino el resultado incierto en las elecciones Calderón-López Obrador, y el cataclismo del Instituto. Pero Ugalde nunca lo defendió y terminó como Boabdil en Granada: llorando cuando lo echaron de la presidencia del Consejo. Una vergüenza. 

Pero López Obrador, siempre arrojado, embistió a Vicente Fox, quien pedía no cambiar caballo a la mitad del río, y con una de sus más célebres y ocurrentes frases (tiene muchas),  le sorrajó el inmortal,  “Ya cállate chachalaca”, tan imperativo como aquel “¿Por qué no te callas?” del Rey Juan Carlos a Hugo Chávez. Actitudes monárquicas.

Si Fox hablaba y defendía su proyecto, era una chachalaca, pero quien lo motejó de tan alharaquiento modo, ahora es una víctima indefensa. Los neoporfiristas lo quieren callar. Malos.

La conducta presidencial —se quiera o no— es un modelo. Su rechazo al cubrebocas, por ejemplo, ha sido criticado hasta por la OMS, Tedros Adhanom, lo ha conminado al buen ejemplo. 

Así pues, cada y cuando el Presidente censura las alianzas, se burla de los opositores, les advierte perdurables derrotas morales, los censura por el monto de sus prerrogativas, interviene con mano negra para evitar nuevos registros y combate electoralmente desde la fortaleza del Palacio, hace todo, menos procurar la equidad democrática. 

Pero de eso se quejaba amargamente cuando le cerraban el camino o intentaban dinamitarle el sendero.

Con frecuencia se ponen casos extranjeros, para respaldar las intervenciones partidistas, desde el Salón de la Tesorería. 

Pero en EU un presidente abre campaña porque la ley permite la reelección. Y en Europa hay gobiernos parlamentarios. No es igual.

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