Tenemos un sexenio de tortas y de ‘guajolotes’ para ,pensar que el país va bien

Alguien hace como si no entendiera 

Por RAFAEL CARDONA

Esta columna se podría titular también, “El elogio de la guajolota”; “La guajolota presidencial”,  “El triunfo del carbohidrato” o “Gordos del mundo, ¡uníos!”. 

Pero no, se llama como quedó escrito por encima del insólito del manifiesto presidencial por la ”guajolota” (un bolillo o telera, en cuyo interior se enchuta un tamal  de dulce, de chile o de manteca; cocido o tras oleaginosa fritura),  alimento banquetero  ascendido de su humilde condición de manjar matutino proletario, ingerido al pie del humeante bote de lámina, o ya de prisa en el vagón del Metro,  a recomendación gastronómica en el más alto nivel para quienes ya entrada la mañana quieren silenciar los gruñidos de la tripa.   

Ayer, con la misma seriedad de cualquier cura cuando termina el sacramento y  despide en paz a los fieles porque la misa ha terminado, así, les dijo el Señor Presidente a los asistentes a su plática matutina: 

“…Que la pasen muy bien. 

“¡Váyanse!, digo respetuosamente, con todo cariño, no dejen de hacer lo que hace Hugo (¿?) y algunos del sector salud, váyanse a comer una torta, una “guajolota” con atole. Adiós, adiós…”

Más allá del gusto presidencial por la tamalería mexicana, producto del maíz cuya superficie es la patria (si descontamos la importación), es notable la variedad tamalera del Palacio Nacional expresada en el “chipilín” para los empresarios del “entre”, mientras la tropa sólo amerita la torta de tamal, frito o del humeante bote, con su inevitable atole, ahora sin el dedo usualmente próvido para la ilusa ingestión de esta bebida altamente energizante, engordadora y poco proteica.

Todo esto no dejaría de ser sino una anécdota más en el estilo populachero con el cual el Señor Presidente se dirige a su bien amado pueblo, al mero pueblo, su dueño y su señor, como él mismo ha dicho, pero  la sugerencia contradice  los planes nacionales de salud pública, desde hace tiempo, y en particular en estos graves momentos cuando la peor epidemia de la historia moderna se nos viene encima. 

Lanzar –así haya sido en son de broma–,  la excitativa a la ingesta de la “guajolota”, adiposa y grasienta, se da cuando Hugo López Gatell, el gurú científico de la IV-T, acababa de lamentar  cómo se juntan al Coronavirus, otras varias epidemias, una de ellas, la obesidad, condición para la cual esa dieta es poco recomendable, si decimos lo menos.  

Ha dicho:

“…Lo que desafortunadamente no nos ayuda, es la importancia de las enfermedades crónicas que contribuyen a la enfermedad grave por COVID: diabetes, hipertensión, obesidad. 

“Son tres enfermedades, tres condiciones de salud en las que México destaca con respecto al resto de los países del mundo por ser uno de los países más afectados. 

“Tres cuartas partes de la población en México tienen sobrepeso o bien tienen obesidad;  hasta 14 por ciento de las personas mayores de 20 años tienen diabetes y hasta 35 por ciento de las personas mayores de 20 años padecen hipertensión arterial.

“¿Cuál es la consecuencia de esto?

“…Que vamos a tener una epidemia en donde las personas adultas jóvenes, también tienen afección grave y eventualmente casos fatales”.

Hace mucho tiempo la obesidad dejó de ser una característica personal para convertirse en una epidemia y un  asunto de “salud pública”. Lo han dicho decenas de especialistas. 

Copio una reflexión de la Organización Mundial de la Salud (2017):

“…La obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, y cada año mueren, como mínimo, 2,8 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso. 

“Aunque anteriormente se consideraba un problema confinado a los países de altos ingresos, en la actualidad la obesidad también es prevalente en los países de ingresos bajos y medianos.

“Los gobiernos, los asociados internacionales, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado tienen una función crucial en la prevención de la obesidad”.

Esto, junto con la siguiente advertencia nos lleva a un punto muy serio: 

“…En cualquiera de los casos la fase 3 es inevitable, la epidemia no se va a parar, lo hemos dicho muy claramente, no se va a parar, es imposible detener súbitamente una epidemia con un virus trasmisible, como es el virus SARS CoV-2; lo que sí se puede hacer es más lenta la transmisión…”

Pero quizá este “guajolotero” asunto no haya sido sino una ruta de distracción para el fin primordial de la conferencia de ayer: unir, tras el fracasado primer intento, el proceso electoral del próximo año, con la manipulable  “revocación” (renovación) del mandato. 

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