Los gracejos presidenciales se han convertido en el mejor entretenimiento durante la pandemia

El guadalupanismo juarista

Por RAFAEL CARDONA

No se a cuantos más, pero a mi, el Señor Presidente me sorprende a cada paso. Sus recursos no tienen límite, su imaginación carece de fronteras cuando se trata de reforzar sus lemas, sus ocurrencias, sus innumerables maneras de mantener entretenida a la gayola mientras el teatro se incendia; sus gracejos,  a veces jocosos y en algunos casos geniales, como el célebre frijol con gorgojo y en general su verborrea de rollo y mareo de mercader, se han convertido en el mejor entretenimiento durante la pandemia.

No me reponía de la sorpresa de sus conocimientos culinarios en la descripción de un desayuno tabasqueño, cuando en favor de su tesis política del sabio pueblo responsable y noble, me encuentro esta perla.

No, perla no. Sartal de ellas, todas con el más límpido oriente imaginable. Veamos:

“No hay mejor muestra de la responsabilidad del pueblo de México ante la pandemia, que esta imagen de la Basílica en el día dedicado a la Virgen de Guadalupe. Entre todos los símbolos, los mexicanos sitúan en primer lugar la veneración a la Virgen y en segundo el respeto a Juárez”.

El texto acompaña una imagen de la Basílica vacía. Pero la ausencia no se debe a muestra de responsabilidad popular sino a la clausura del recinto mariano por parte de la rectoría de la INBG. Y si no se arremolinaron  el día doce, fue porque lo hicieron, en oleadas más o menos dosificadas, durante los días anteriores.

Pero el detalle fino, la jiribilla, el efecto en la bola blanca para hacer la carambola de los dogmatismos, viene después: veneración a la virgen y respeto a Juárez.

 –¿Por qué se mezclan Juárez y la Guadalupana?

 Pues porque el Señor Presidente se fue a pasear el fin de semana a Oaxaca, porque él descansa y se solaza con las giras “a ras de piso”, con el pretexto de supervisar cualquier cosa sin importancia. O con importancia local, únicamente.

Lo único realmente trascendente ahora en el antiguo Marquesado, en cuanto a Obras Públicas, es el canal Interoceánico. Y ese magno proyecto no pasa por la capital.

 Sin embargo eso le deja oportunidad a Alejandro Murat quien le habla sobre el respaldo a los mezcaleros y a los beneficiarios de los programas sociales. 

 “Unidos somos invencibles”, dice el gobernador quien exalta la inclusión financiera a través de la banca del Bienestar: 

 “–De eso siempre se hablaba –asegura–, pero nunca llegaba a las regiones más apartadas”. 

 Pero como sea,  el aprovechamiento local del amor frecuente del Señor Presidente por Oaxaca, no guarda relación con esta vinculación nacionalista, histórico teológica, entre  Guelatao y El Tepeyac, descubierta  sin apelar a David Brading o a Francisco Reyes de la Maza; sin apoyar ni refutar a aparicionistas o anti aparicionistas (de Fray Servando a Schulemburg, pasando por Norberto Rivera), el Ejecutivo nos ha obsequiado un capítulo mas en la comprensión del complejo conjunto fundacional y sincrético de ideas y sentimientos populares conocido como “guadalupanismo mexicano”.

 Si hace muchos años en varias frases felices, Carlos Fuentes sintetizó al tiempo mexicano de fines del siglo XX como esa extravagante conjunción de Quetzalcóatl con Pepsicóatl y dijo del Palacio de Bellas Artes, “es donde Tiffany y Tláloc se dan la mano”, hoy no sabríamos cabalmente cómo definir esta unión tan descabellada de ideas míticas (no místicas): Juárez, el impasible y la morenita del Tepeyac, madre amantísima de los mexicanos, fulgor espiritual, corona de luz en tiempos del Coronavirus.

 Es como si el Tepeyac se hubiera mudado a la Logia del Rito Mexicano. Todo cabe en un jarrito, todo es sincretismo, como le dijo la ensalada a la paella.

 Dice Reyes de la Maza, secundado por O’Gorman: 

 “El Guadalupanismo y el Arte Barroco son las únicas creaciones auténticas del pasado mexicano, diferenciales de España y del mundo. Son el espejo que fabricaron los hombres de la Colonia para mirarse y descubrirse a sí mismos”.

 Y también repite las palabras de Fran Juan de Zumárraga: 

 “…Ya no quiere el Redentor del Mundo que se hagan milagros, porque no son menester, pues está nuestra Santa Fe tan fundada por millares de milagros como tenemos en el Testamento Viejo y Nuevo. . .”

METRO

Otra vez se cierran las estaciones del Metro, principal centro de reunió indeseada entre persona cuya idea de la “sana distancia” se resuelve con el “arrimón”.

Máxima alerta, el Metro pintado siempre de color naranja, ya tiene luces rojas en sus más concurrida estaciones…Y no todas.

¿No qué no, Claudia?

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