MINNEAPOLIS.- Minneapolis y varias ciudades de Estados Unidos, desde el este al oeste, viven una pesadilla que ha llegado hasta Washington y la Casa Blanca.
Ante los riesgos, el Servicio Secreto ha dispuesto que el presidente Donald Trump duerma en un búnker mientras en el exterior los manifestantes se multiplican.
Han encendido fuegos y por ello las luces de la emblemática residencia de los presidentes de Estados Unidos se encuentra rodeada por la Guardia Nacional y con las luces apagadas.
Mientras tanto, Minneapolis está semidestruida, los inconformes por el asesinato del afroamericano han destruido muchos comercios e incendiado las instalaciones de la policía.
No los amedrenta ni la presencia de la Guardia Nacional ni los ataques que han sufrido muchos de ellos con agentes que inclusive embisten con sus vehículos y riesgos de atropellamientos.
Tampoco ha servido el toque de queda en muchos lugares en torno a la capital estadounidense, Los Angeles y otros lugares donde los alzados amenazan con desencadenar violencia.
Para fortuna de las fuerzas gubernamentales, al frente de los contingentes de ciudadanos molestos se han colocado persona inexpertas pero con mucha prudencia para evitar desencadenar problemas mayores.
De sábado a domingo se ha vivido una situación de mucha tensión, mientras el presidente Trump no ha dudado de calificar a los movilizo como terroristas.
Las distintas policías, reforzadas por la Guardia Nacional, intentan dar una demostración de fuerza para atemorizar a los manifestantes, pero estos no sean dejado intimidar.
En aras de tranquilizar a la población, las autoridades intentan convencer a la población que atrás del movimiento hay grupos extremistas que quieren sacar provecho de este río revuelto.
En el caos reinante en Minneapolis, los comerciantes han tomado sus armas y peligrosamente las exponen en las puertas con la intención de disparar contra quienes intenten saquear sus establecimiento.
Esto sucede sobre todo en el sur, en Salt Lake, donde hay centros comerciales de importancia y la tensión aumenta hora con hora por marchas, movilizaciones y amenazas de los inconformes.
Hay decenas de arrestos que las autoridades no reportan y el vandalismo crece tanto con incendios de automóviles como quemas de casas y comercios en los suburbios del área metropolitana