La reminiscencia del Templo Mayor en el Zócalo es de pacotilla como lo fue la ‘presidencia legítima’ de ya saben quién

Tecnochtitlan y otros delirios

Por Rafael Cardona

Por alguna razón no muy difícil de explicar, al espectáculo luminoso de miles de leds y proyectores de alta tecnología sobre la pirámide “tablarocosa”, me recordó otro momento a su manera fastuoso en el mismo Zócalo cuya diversidad utilitaria lo convierte en el mayor espacio de usos múltiples de todo el país.

Me refiero a aquella tarde en la cual, sobre un templete tubular con tablones de madera y telones de paño negro, el actual presidente de la República se auto designó “presidente legítimo”. Claudia Sheinbaum y Rosario Ibarra de Piedra le colocaron un trapo tricolor de utilería como remedo de una banda presidencial.

Aquello no era la presidencia. Lo de ahora no es el Templo Mayor. No fue ese un acto republicano (era una República de fantasía); tampoco esta escenografía de ahora (en muchos sentidos digna de Ocesa), es una recuperación arqueológica; es una pacotilla.

Este modelo de discutible escala y peor proporción, tiene el mismo mérito de la falsa pirámide del Hotel “Luxor” de Las Vegas, con todo y su esfinge de fibra de vidrio.

Lo más gracioso –por no decir ridículo–, de aquella tarde fue el pomposo, altivo, redentor y reiterativo discurso con el cual el actual jefe del Ejecutivo le ofrecía a la patria su devoción y su entrega.  También era impagable la ceremoniosa seriedad de su “gabinete”. Estaban tocados por el aletazo de la divinidad, como decía Chávez Nogales.

“Decidimos declarar abolido el régimen de corrupción y privilegios e iniciar la construcción de una nueva República”, dijo entonces.

Y ayer, en esta ceremonia huehuenche sobre la neo construcción de la historia, donde los vencidos son simplemente resistentes y la conquista y colonización de la Nueva España fueron un fracaso, porque el expolio era menor a la actual actividad minera, por ejemplo, el presidente dijo algo muy notable:

“…en 1518 había en Mesoamérica y en Aridoamérica 11 millones de habitantes y 87 años después, en 1605, la población apenas llegaba a un millón 75 mil personas.

“Este desastre, cataclismo, catástrofe, como se le quiera llamar, permite sostener que la Conquista fue un rotundo fracaso. 

“¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio, o la monarquía dominante no logra en tres siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar?”

Por primera vez se expone el argumento demográfico como prueba de la fecundidad civilizatoria del mundo. La colonización de América fracasó porque saqueaban poco y porque no repoblaron las tierras conquistadas y mermadas por las epidemias y nuevas infecciones.

Pero el colmo fue la alusión a las vacunas tras la mención de las epidemias.  Esto es de carcajada:

“…Tabasco, que llegó a tener, como ya hemos dicho, antes de la llegada de los españoles, 135 mil habitantes, pero su población disminuyó y en tres siglos de dominación colonial nunca pasó de 40 mil habitantes. 

“Es hasta después de la Independencia, a partir de 1830, cuando la población empieza a crecer porque comienza a llegar y se empiezan a aplicar con cierta regularidad la quinina para combatir el paludismo y la vacuna contra la viruela, que se descubre hasta 1800. 300 años.

“Ahora que estamos padeciendo del COVID tenemos que reconocer que en un año se contó con una vacuna, y en el caso de la viruela se tuvo una vacuna casi 300 años después de que empezó a afectar esta epidemia en México-Tenochtitlan…”

Pues si, ahora se tienen vacunas en un año, pero esos medicamentos fueron obtenidos no por la imaginaria sabiduría de los pueblos atrasados de entonces (España era el medioevo y Tecnochtitlán, el neolítico); tampoco de los chamanes y curanderos a los cuales ahora se invita a hacer “limpias” en el Zócalo, sino de los laboratorios transnacionales de la neolibberal ciencia farmaceútica del mundo desarrollado (algunos egresados de Oxford, Harvard, Cambridge y semilleros de ladrones de esa misma ralea). 

Es como decir, los conquistadores no hicieron un solo automóvil ni llegaron a la Luna, y ahora sí.

Pero esas muestras de populismo escenográfico tienen un público cautivo y fiel. El populacho aplaude,el populacho vota. Y eso es lo único importante, porque es la carretera al poder.

Uno, como no lo tuvo ni Oabama; vamos, ni Cortés.

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