La contra reforma educativa y la pretensión de convertir al magisterio en botín electoral, no en poder cultural

Agrafos, iletrados, ignorantes pero bien comunitarios

Por RAFAEL CARDONA

“…Tenemos que revisar los contenidos educativos porque no vamos a estar formando personas deshumanizados, egoístas, porque ese era el plan del modelo neoliberal, por eso se está haciendo un análisis y se lleva a cabo con la participación de maestras y maestros, no solo de los expertos y pedagogos, sino de los que enseñan en las aulas, y mucha gente que está ayudando.

Esto nos dijo hace apenas unos días nuestro bien amado líder y quien sabe por qué, pero recordé un libro de vieja lectura, y lo busqué en los estantes y, cosa rara, lo hallé y releí aquellas frases de Jung Chan y Jan Halladay en “Mao, la historia desconocida” y recuperé esta parte donde dice:

“…una de sus tareas (de Madame Mao, convertida en promotora de la Revolución Cultural), fue elaborar un manifiesto condenando todas las formas de cultura sobre la base de que todas ellas habían estado en manos de funcionarios que seguían una “línea siniestra” opuesta al pensamiento de Mao Zedong. Mao le ordenó que lo redactara en colaboración Lin Biao, jefe del Ejército.”

Pero volví a nuestro tiempo y me hallé con la apabullante inteligencia de Marx Arriaga, coordinador de Materiales Educativos de la SEP, quien ha reorientado los libros de texto en las escuelas de México, para armonizarlos ideológicamente con la Cuarta Transformación (o sea, con el vacío), con lo cual superará los pasos de Jaime Torres Bodet, Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez y Jesús Reyes Heroles, para empezar:

“…La Nueva Escuela Mexicana y la reforma educativa del año 2019 no sólo implicaban revalorizar al magisterio en un plano laboral. Sin lugar a dudas mejorar la condición económica de los docentes es básico, pero si esto no se acompaña con un nuevo modelo educativo que contemple a los maestros y maestras como líderes de su comunidad, la Cuarta Transformación no habrá colmado la expectativa magisterial y habremos continuado con el proceso de privatización, estigmatizando a los docentes”.

A reserva de analizar posteriormente otras de las grandes ideas de Marx Arriaga, vale la pena centrar algunos conceptos. ¿A cual magisterio era necesario –según la 4-T–, revalorizar?

Obviamente a los más radicales, a quienes convirtieron las plazas educativas en patrimonio sindical hereditario, por encima de las habilidades docentes o culturales. A los promotores del analfabetismo funcional dominante en este país culturalmente atrasado donde todavía hay “limpias”, curanderos y chamanes, mientras en otras partes del mundo hay vuelos espaciales y nanotecnología. Pero sobre todo, a quienes se adhirieron a la campaña electoral del año 18.

Los incendiarios, los egresados de normales rurales, los ágrafos, incrustados en los planteles educativos, especialmente en las zonas más deprimidas del país, en Guerrero, Chiapas, Oaxaca y otros lugares y a quienes la Reforma Educativa de Peña Nieto, ofendió y agredió con la osadía de someterlos a exámenes periódicos sobre sus reales conocimientos.

A ellos, como contrapeso en la elaboración del contenido de los libros educativos, infectados de “neoliberalismo”, Marx se refiere así:

“…Como nuestro presidente señaló en días pasados, con la participación de 556 maestras y 65 pedagogos se han elaborado los contenidos de 97 libros de texto de primaria y telesecundaria…”

“Esta cantidad nos podría llenar de orgullo, pero en la Secretaría de Educación Pública en general y en la Dirección General de Materiales Educativos en particular reconocemos que esa cifra es un deslucido ejercicio de retórica, porque cada uno de esos materiales en menor o mayor medida, así como el desarrollo de la práctica docente en todo el país, continúan con un modelo educativo neoliberal.

“Sin duda, tanto la SEP en este periodo de transformación algunos colectivos magisteriales, así como las autoridades estatales, han buscado contrapesos para aliviar la agresividad de dicho modelo educativo. Sin embargo, lo decimos alto y claro, no aceptamos que la Conaliteg siga gastando el dinero público, como lo realiza desde los años 90, en libros de texto que continúan en el modelo de educación neoliberal y por ello hemos diseñado diferentes estrategias para que esto no siga así”.

En esas condiciones el asunto es muy simple. Se hicieron asambleas con los otros maestros, con comunidades cuyo sentido grupal no garantiza nada sino la ignorancia tumultuaria (“personas integrantes de la comunidad educativa, los pueblos indígenas, afromexicanos, la comunidad académico universitaria, niñas, niños, adolescentes, familias, sectores de la cultura y las artes, así como organizaciones de la sociedad civil”), y se abrieron avenidas de participación entusiasta, pero impreparada. Dígase como se quiera decir.

“…Un millón 16 mil 190 en todo el país asistieron a las asambleas”, lo cual no es garantía sino de capacidad de movilización política; no de excelencia pedagógica o cultural. Lo otro es confundir lo gordo con lo hinchado.

Lo peor de toda esta tendencia es la falsedad ideológica: el neoliberalismo prepara “individuos individualistas”; mientras la redención de la Nueva Escuela Mexicana prepara “individuos colectivizados”. Abejas en la colmena.

Quizá todo esto se sintetice en aquella estúpida idea de Arriaga sobre la lectura como “acto emancipador” y no como egoísta placer individual generado por el capitalismo. Hay límites –o debería haberlos– hasta para ser ultra.

Pero todo este peligros papasal ya no es un delirio, es una realidad educativa nacional. El daño ya se ha hecho, así decenas de especialistas nos prevengan:

“..El proyecto de la SEP es audaz, pero se funda en una visión sectaria e ideologizada. Abandona los fines nacionales de la educación y dispersa esa actividad en miles de comunidades cuyos saberes, usos y costumbres, impactarán decisivamente en la formación de los alumnos. Será una atomización de nuestro sistema educativo. Se renuncia a la búsqueda de la calidad educativa y prácticamente se deja de lado la evaluación…”

Pero no es posible esperar otra cosa. El magisterio mexicano, en conjunto, no es un poder cultural; es un botín electoral. Nada más.

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