CIUDAD DE MÉXICO.- Fueron cientos de miles las mujeres que desbordaron la Plaza de la Constitución, Paseo de la Reforma y decenas de calles de la Ciudad de México para exigir alto a la violencia, justicia e igualdad.
Es, con mucho, la concentración más grande que se recuerde, incluidas las movilizaciones realizadas desde el poder, antaño por los gobiernos priístas y ahora por la administración de Andrés Manuel López Obrador, quien se cree sueño del espacio y ha convocado para el 18 de marzo, aniversario de la expropiación petrolera.
Este éxito tuvo otro ingrediente: no hubo líderes, no hubo oradores, se congregaron de distintas organizaciones y todas lo hicieron de manera natural y voluntaria en el Día Internacional de la Mujer, celebración para protestar por los feminicidios y por los cuales las felicitó el presidente en su conferencia rutinaria.
Este dato fue destacado en esos términos por medios internacionales que dieron fe del gran desfile de quienes tardaron más de cinco horas en transitar del Angel de la Independencia, la Plaza de la Constitución y otros puntos hasta el Zócalo capitalino.
Empero, como siempre ocurre en estos casos, la autoridad capitalina subestimó la protesta y habló de unas 90 mil personas, cifra inverosimil al medir la plancha repleta y una inmensidad que no alcanzó a llegar porque estaban saturadas las vías.
La gran trascendencia es que esta concentración no solamente desborda una política de Estado que, con el discurso mañanero de Andrés Manuel López Obrador todas las mañanas, subestima la violencia en contra de las mujeres mexicanas.
Atrás de esto, enfocó el periódico El País, está rebasada la política del país.
Asienta textualmente:
“La marea verde y morada del movimiento feminista desborda la política del país, ni el gobierno ni la oposición logran capitalizar sus demandas”.
Las protestas se centraron en la política machista imperante en el país, la discriminación de género y la negativa de las autoridades judiciales a reconocer el derecho femenino a decidir sobre su cuerpo.
