De la estilización a la ‘solidaridad’

El pasado nueve de abril, como parte de un decálogo de su magín, el converso senador de Morena y ex director general del IMSS, Germán Martínez*, propuso la requisa  de los hospitales privados, la confiscación de equipo medico disponible y el veto a las empresas corruptas del sector sanitario, nomás. Nadie lo tomó en serio.

La requisa fue planteada en términos de estatización (temporal), como hizo López Portillo con la banca en los tiempos de la abundancia. Y la garra sobre el equipo, simple botín de la emergencia. De lo demás, puro cuento.

El plan de Germán Martínez, inscrito en un  artículo en el cual analiza al Senado, no tiene una clara paternidad (como sucede mucho en la política), y no se sabe si fue una idea propia o un servicio preventivo de “ablandamiento” cuya finalidad era persuadir a los propietarios de hospitales privados para ceder por las buenas, antes de recurrir a las malas.

Menos de una semana después de esa jesuítica publicación, sibilina y puesta ahí como al desgaire, en medio de una polémica ríspida contra los privados, quienes han llegado casi al desconocimiento  del presidente de su cúpula (CCE), el Consorcio Mexicano de Hospitales (Mario González Ulloa) y la Asociación Nacional de Hospitales Privados (Mario Vásquez Aldir), firman muy serios y tempraneros, la cesión voluntaria del 50 por ciento de sus instalaciones para quienes tengan o no tengan otros servicios de medicina.

De esa manera la saturación de los hospitales públicos, se compensará con las casi 3 mil 200 camas aportadas, solidariamente, por los empresarios de la salud, quienes son magos del dinero: compran un  termómetro en un peso y lo facturan en cien; una botella de gel para manos en tres pesos y lo venden en 600.

Pero más allá del servicio prestado por Germán Martínez a su nueva causa, algo queda muy en claro: la emergencia sanitaria por causas de fuerza mayor, por la cual usted y yo vivimos veinticinco de las 24 horas del día guardados en la casa, se va a prolongar mucho más allá del mes de abril como ya lo habíamos advertido.

Sin necesidad de un decreto, y mediante un video en “You Tube”, el presidente la extendió hasta el materno 10 de mayo. Lo hizo cuando dijo, si por mi fuera, salvo opinión de los expertos, lo levantaría el día de las madres. ¿Pues no hay un decreto vigente hasta el 30 de abril?

Sin embargo otro indicio permite afirmar la extensión del periodo de guardar.

El acuerdo con los hospitales particulares inicia su vigencia el 23 de este mes y tiene una vida mensual. Eso nos lleva al 23 de mayo. Y quien dice 23,  dice mayo entero, salvo otra previsible ampliación, porque como lo ha reiterado López Gatell (lo dijo ayer con López Dóriga), lo peor se espera para junio. Y ya encarrerados, y como van las cosas en el mundo, julio.

Pero quizá esta situación de emergencia no sea tan grave como su compañera.

Sabemos cómo la desgracia nunca llega sola, sino tal caminan los alacranes, en parejas. La Comisión Nacional del Agua publicó este fin de semana en el Diario Oficial de la Federación un acuerdo de “inicio de emergencia por sequía severa, extrema o excepcional” en varias cuencas para el año 2020.

Algunas medidas derivadas de esta emergencia hidráulica, son estas:

“…Dar aviso a la Autoridad del Agua para proporcionar a terceros, en forma provisional, el uso total o parcial de las aguas concesionadas (o sea, sobreseer la concesión).

“Ceder o transmitir temporalmente a la Autoridad del Agua sus derechos… en tanto subsiste la emergencia.

“A su vez, la Conagua, conforme a los análisis y dictámenes realizados por el Monitor de Sequía de México, a fin de garantizar el abasto para uso doméstico y público urbano, podrá ejecutar medidas transitorias con los representantes de los usuarios… que presenten condiciones de sequía severa, extrema o excepcional…”

En estas circunstancias, ¿no sería posible pedirles a los Estados Unidos volúmenes compensatorios de agua, como se hizo con la catafixia petrolera?

Podrían hacer un acueducto y enviarnos la mitad del lago Michigan al Valle del Mezquital, Iztapalapa  o al Bolsón de Mapimí; el cual les queda un poco más cerca.

*No me gustan los entusiasmos advenedizos. Desconfío del converso que se cree en la obligación de comunicar al mundo el descubrimiento recién digerido -o todavía sin digerir-, que acaba de tumbarlo del caballo en el camino de Damasco (Pérez Reverte).

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