Se invoca el respeto a la vida para no combatir a delincuentes, pero se mata a mexicanos por falta de medicinas

En verdad os digo, Yo soy la verdad y la vida

Por RAFAEL CARDONA

Imposible censurar las varias manifestaciones de respeto por la vida implícitas en el discurso presidencial de concordia, conciliación y evangélica actitud ante justos y pecadores a quienes insta a recorrer el camino de la bondad y el amor por el prójimo. 

–¿Cuántas veces nos lo ha dicho en tono admonitorio o sencillamente paternal, con la suavidad del consejo o la severidad de la advertencia?

Muchas. Tantas como para hacer cuesta arriba el registro puntual de todas ellas, pero todos recordamos cuando les dijo a los delincuentes, a quienes viven al margen de la ley y agreden a sus semejantes, si no se portan bien, los voy a acusar con sus madrecitas, con sus cabecitas blancas (las otras), porque las madres son seres de luz, de respeto, tanto como para detener una caravana presidencial y saludar a la progenitora del “Chapo” Guzmán, en el cumpleaños de su nietecito, Ovidio (¿Ofidio?), debido a la venerable condición de sus años avanzados.

Ya sabemos la preferencia presidencial por la “Tercera edad”.

Pero esas son divagaciones. Lo importante es la constante proclama del respeto por la vida, lo cual es el fundamento ético de una política de combate sin combatir. 

Es decir, las Fuerzas Armadas deben ser solamente lo primero, en términos de presencia disuasiva, pero no para el uso de las armas, porque esas solamente sirven para una cosa, como las bayonetas: no son para sentarse en ellas, son para eliminar al enemigo, al adversario, al rival, a quien se ponga frente a la boca de un cañón.

Lo demás es puro cuento.

Pero este gobierno, con todos sus frecuentes mensajes de fraternidad (nadie podría censurarlos), no ha logrado por ese camino el anhelo prometido: pacificar a la patria. 

Hoy, como hace demasiados años, este país navega en un charco de sangre.

No somos todavía Haití. Aquí desde 1928 no se asesina a un presidente. Mataron a Colosio, quien iba con rumbo seguro a la silla, pero esa es historia ya sabida.

El problema actual es de matices. La vida humana es respetabilísima y por eso no se deben usar las armas en el intento de erradicar la violencia criminal, porque (esa una linda cantaleta); la violencia genera más violencia.

Por un momento hagamos esta digresión:

¿Pero cuando la vida humana también se pone en riesgo o simplemente se acaba porque una burocracia inepta es incapaz de lograr lotes completos (y a veces ni incompletos) de medicinas?

Esos muertos son los niños y adultos cuyas vidas debimos haber defendido con la misma perseverancia de cuando se protege la vida de los criminales o sus víctimas.

Y no es tan peligroso lograr un abasto racional de medicinas como salir al monte a echar o recibir la bala.

Ya ni siquiera es necesario decir cómo otras decisiones vulneran también el derecho a la vida de tantas personas cuando se mal conduce una estrategia en contra de la gravísima y recurrente epidemia de los últimos dos años, prácticamente.

La emergencia sanitaria, ha causado tantas muertes en México como los dos fracasos de administraciones anteriores en cuanto a vidas humanas.

¿Cuántas de esas muertes se debieron a la exhortación sin cubrirse la boca, presidencial de salir a las calles, a no temer, a considerar esta epidemia como algo simple, sin riesgo mayor, a una plaga de curación espontánea cuya normalidad en los contagios fatales no podría superar los 60 mil muertos, porque entonces ya tendríamos un escenario catastrófico?

Pues hoy tenemos una catástrofe multiplicada casi por diez.

Hoy ya estamos cerca de los 500 mil muertos por Covid-19, cantidad superior a la de todas las víctimas de la guerra calderonista y la ineptitud peñista. Y sigue siendo una cifra mayor todavía si se suman los muertos durante el despliegue de la bandera de los abrazos en vez de los balazos.

Ni abrazos, ni balazos, solamente fracasos. 

Esa es la síntesis de todo este rollo mareador sobre la vida humana, cuya literalidad ahora le ofrezco, para no olvidar, para no mal interpretar.

Lo dijo el presidente en relación con los bloqueos y la toma de Aguililla, Michoacán, ese estado cuyo gobierno se desarrolla sobre un banquito verde en la mendicante actitud de pedir una audiencia en el Palacio Nacional o en la suprema corte de justicia.

“…Y nosotros no queremos eso, no queremos que nadie pierda la vida y aquí incluyo a todos, no quiero que pierdan la vida quienes están en las bandas delictivas, no quiero que pierda la vida nadie, no estoy de acuerdo con la vía violenta, soy pacifista, aunque se burlen, porque tengo una razón de fondo, aunque se burlen voy a seguir diciendo, abrazos, no balazos… es buscar la paz, la reconciliación, no a la violencia…

“…Y decirle a la gente: No se dejen arrastrar por quienes tienen otros intereses. No es la lucha de bandas, en eso no debe estar la gente, no debe estar el pueblo. Y siempre hay salidas, siempre, y se está logrando una convivencia…”

Ajá.  Cómo no, mi buen.

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